Palabras a la llega de la Virgen de Candelaria a La Laguna – Mayo 2009

//Palabras a la llega de la Virgen de Candelaria a La Laguna – Mayo 2009

“Virgen María de Candelaria, bienvenida a La Laguna”, capital de nuestra Diócesis que lleva el nombre de esta ciudad episcopal: San Cristóbal de La Laguna.

“Salve, salve, virgen morenita,

dulce Madre del  divino amor,

clara estrella de esperanza nuestra,

luz que irradia el eterno sol”.

“Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia

Vida, dulzura y esperanza nuestra”.

Señor Alcalde y Corporación municipal, gracias por sus palabras de bienvenida, expresión, sin duda, del sentir de todos los laguneros.

LA VIRGEN DE CANDELARIA YA ESTÁ CON NOSOTROS, ha venido a visitarnos.

Y aquí, en la plaza principal de La Laguna, nos hemos concentrado todos para dar esta cálida bienvenida y rendir el homenaje de nuestro amor y devoción a la Patrona de Canarias.

Con nuestra presencia aquí, ante la imagen de Ntra. Sra. de Candelaria, estamos rememorando, y viviendo en primera persona, lo que hemos escuchado en el Evangelio y que tantas veces hemos contemplado, el segundo de los Misterios del Rosario: “la Visita de la Virgen María a su Prima Isabel”.

La Virgen María sigue siendo la misma de entonces. La prima Isabel, por así decir, somos todos y cada uno nosotros, que hoy somos visitados por María. Así de sencillo y así de real. Los más de 2000 años que  han pasado desde que ocurrió lo que hemos oído en el evangelio que se acaba de leer, no son obstáculo para que el Misterio de la Visitación de María tenga lugar hoy, y aquí, entre nosotros.

ISABEL AL RECIBIR EN SU CASA A MARÍA, SU PRIMA, DIJO:

“QUIEN SOY YO PARA QUE ME VISITE LA MADRE DE MI SEÑOR”. 

Es decir, más allá de lo que veía físicamente con sus ojos —ante sí tenía una simple joven de su familia que venía a su casa—  Isabel, con los ojos de la fe, reconoce a su prima María como “la Madre del Señor” y, entonces, aquel encuentro se convirtió en un acto de amor y devoción a María. Isabel le dice “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de vientre” y la felicita por su fe.

Se puede decir que aquel día comenzó “la devoción a la Virgen María”. Isabel, con su actitud creyente y con sus palabras, es la primera de todas las personas que luego, de generación en generación, llamarán bendita y dichosa a María, tanto por su fe, como por todo lo que el Señor ha hecho por medio del Ella.

Igual que entonces, aquí estamos hoy nosotros, visitados por María y reconociendo en Ella a la Madre del Señor. Por eso, con todo el amor de nuestro corazón y con toda la fuerza de nuestra voz, ante tu imagen de Candelaria, conscientes de que éstas son las palabras con las que la Iglesia, desde hace siglos, te ha saludado a Ti, Madre del Hijo de Dios, nosotros te cantamos:

Dios te salve, salve, María, llena eres de gracia

el Señor, el Señor es contigo

y bendita tú eres, entre todas las mujeres…

(canto del Ave María)

Que grande es tener fe. Qué hermoso tesoro es tener fe y poder estar hoy, aquí, cantando así, públicamente, con el corazón lleno de regocijo y de amor, a nuestra Madre la Virgen María. Cantamos a nuestra Señora, porque de ella nació el Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor y Salvador, concebido en su seno por obra y gracia del Espíritu Santo.

Que grande es tener fe y poder manifestarla públicamente sin miedo y sin complejos. La fe y las creencias religiosas no son solo para la vida privada, como a veces se piensa y se dice, quizás con la intención de impedir que nos manifestemos públicamente como estamos haciendo ahora.

No debemos confundir lo privado con lo personal. La fe es un asunto personal, pero eso no significa que se ha de limitar a la vida privada.

Al afirmar que las creencias son algo personal, queremos decir que son una realidad “consciente y libre” que afectan a lo profundo de mi persona, a mi vida de ser humano singular y único y que —por tanto— nadie me las puede arrebatar, prohibir o mandar. La fe es una realidad arraigada en mi personalidad, independientemente del lugar en donde esté o de la profesión que realice.

Además, como la fe es realidad personal va conmigo siempre y —como toda mi persona— es algo visible y público, que no se puede ocultar, porque si lo hiciera me traicionaría a mí mismo y me estaría avergonzado de ser lo que soy y de creer lo que creo.

Si algo caracteriza y da valor a los sentimientos, creencias y convicciones personales,… es que conforman un modo de entender, organizar y vivir la vida, así como la posibilidad de poder comunicar y compartir con otros, eso que uno siente y cree, como felizmente estamos haciendo ahora.

─       ¿Qué es un sentimiento, una convicción, una creencia si no puedo plasmarla en mis actos externos, expresarla públicamente y ofrecerla como un bien para los demás?

─       ¿Por qué son un asunto privado las creencias religiosas y no lo son las convicciones políticas, las ideas filosóficas o la sensibilidad artística?

─       ¿Por qué se ha de negar a los sentimientos y convicciones religiosas la posibilidad de manifestarse públicamente y de hacer su aportación en la construcción de la sociedad, como si se tratara de un virus que hay que erradicar?

No lo dudemos, las creencias religiosas, como tantas otras cosas de la vida, si no se expresan, si no se comparten, si no se celebran, o es que no se tienen o terminan perdiéndose.

Las opciones creyentes son personales y cualquier persona tiene derecho a vivirlas en privado y en público, tanto individual como colectivamente.

Nuestra presencia y nuestras aclamaciones, junto con quienes hoy han estado acompañando a Ntra. Sra. de Candelaria a lo largo del camino recorrido hasta llegar aquí, constituyen una magnífica afirmación pública de nuestra fe en Jesucristo y en su Madre la Virgen María. A todos, ¡Felicidades por ser creyentes! y por tener la valentía de expresarlo en público.

Pidamos a la Virgen que nos ayude para mantenernos firmes en esta fe y sobre todo, para poder manifestarla con nuestras obras en la vida de cada día.

Leemos en el Evangelio que, en una ocasión, una mujer gritó diciéndole a Jesús: “Dichoso el vientre que te crió y los pechos que te amamantaron”. Igual que nosotros, que emocionados y agradecidos, gritamos ¡Viva la Virgen de Candelaria! Pues bien, Jesús le dijo a aquella buena mujer, y nos dice a nosotros: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Dando así a entender que la grandeza de su Madre proviene, sobre todo, de su obediencia a la voluntad de Dios y que eso es lo más importante.

No se puede separar la fe y la vida. Hemos dicho que la fe y las creencias por naturaleza tienden a expresarse hacia fuera pero, también, hay que decir que las manifestaciones de la fe no pueden quedarse en gestos y palabras como los que estamos realizando hoy. Jesús lo dijo y nos lo sigue diciendo con toda claridad: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7, 21) y, también nos dice: “Vosotros sois amigos míos, si hacéis cuanto os mando” (Jn 15, 14).

“Virgen de Candelaria, 

la más bonita, la más morena, 

la que tiende su manto, 

desde la cumbre hasta la arena”.

Hermanas y hermanos en el Señor: al amparo de la Virgen de Candelaria, nos sentimos una sola familia pues bajo su gran manto cabemos todos. Como dice la canción, Ella “tiende su manto desde la cumbre hasta la arena” para que nadie quede fuera de su maternal protección. Bajo el manto de María aprendemos a conocer y a creer en Jesucristo.

En las Bodas de Caná, gracias a la intervención de María, “creció la fe de los discípulos en Jesús”. También nosotros hoy, por la mediación de la Virgen María, por nuestra relación con ella, por contemplar su vida e imitarla, por invocarla y aclamarla, se acrecienta nuestra fe en su hijo Jesucristo nuestro Señor.

El hijo que Ella, en esta imagen de Ntra. Sra. de Candelaria, nos muestra en su brazo derecho, es “la luz de las naciones y el Salvador de todos los pueblos”. La “candela” que porta en la mano izquierda, nos lo señala y nos lo recuerda, como ya lo anunció el anciano Simeón cuando el niño fue presentado en el Templo a los ocho días de su nacimiento. Virgen María de Candelaria, muéstranos a Jesús para que pueda crecer nuestra fe en El.

Como he escrito en un breve artículo publicado en la prensa de hoy: Nosotros hablamos de “Visita de la Virgen” a La Laguna y no, simplemente, del traslado de la imagen. Si, hermanas y hermanos en el Señor, con “la visita de la imagen de Ntra. Sra. de Candelaria” nosotros nos sentimos visitados realmente por la Virgen María. 

Esto no tiene nada de extraño para quienes tenemos fe, porque creemos —junto con toda la Iglesia— que María “cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo” (Catecismo, 974) y, “una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación”. Ella tras haber sido llevada al cielo, no deja de visitar la tierra y de estar con nosotros.

Por eso, gracias a la fe, cuando ustedes y yo decimos: “Virgen María de Candelaria, bienvenida a La Laguna”, estamos dando la bienvenida y estamos acogiendo en nuestro corazón a Aquella a quien la imagen representa: a María, la llena de Gracia, la Madre del Señor y nuestra Madre.

Cuando en 1997, hace ahora doce años, la Virgen de Candelaria vino a La Laguna para celebrar los Cinco Siglos del nacimiento de esta Ciudad y de la llegada del Evangelio a la comarca de Aguere, el entonces Obispo de la Diócesis, D. Felipe Fernández García, que hoy está con nosotros recibiendo a la Virgen como un devoto más, al final de su discurso de bienvenida dijo, en aquella ocasión, estas palabras que me complace repetir hoy aquí:

“Dejémonos todos visitar por la Virgen a través de la venerable Imagen. Que se deje visitar la ciudad entera. Que se sientan visitados los barrios no menos que el casco histórico. Que se sientan especialmente visitados los pobres, los enfermos, los más necesitados. Que nos sepamos visitados cada uno de nosotros en nuestra particular circunstancia, en nuestras necesidades materiales y espirituales, personales, familiares y sociales. Que cada uno nos dejemos curar de cualquier llaga que podamos sentir en el corazón”

(Felipe Fernández García, 1997).

Querido D. Felipe gracias por estar aquí con nosotros a pesar de sus problemas de salud. Querido Padre Jesús Mendoza gracias por estar al tanto de todo a pesar de su estado de salud. A los dos les encomendamos a la Virgen de Candelaria y le suplicamos que obtenga para Vds. y, para cuantos pasan por dificultades, salud, fortaleza y consuelo. «Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre”. Si Madre, muéstranos a tu Hijo escuchando el llanto y la tristeza, remediando y curando las diferentes penas, miserias y dolores.

Querido D. Felipe, si hoy estamos aquí recibiendo a la Virgen de Candelaria es gracias a su feliz iniciativa. Sin duda una moción interior del Espíritu, en su ministerio episcopal al servicio de nuestra Diócesis, le impulsó a establecer que, periódicamente, cada siete años y alternativamente, Ntra. Sra. de Candelaria visitara Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna. Esta de hoy es la primera visita que la Virgen hace a La Laguna en cumplimiento de aquella sabía decisión suya. En nombre de todos, gracias D. Felipe, que la Virgen de Candelaria le ampare y que Dios le bendiga y le premie tanto bien como hizo y sigue haciendo a nuestra Diócesis.

FINAL:

Hermanas y hermanos: Sabemos y creemos que hoy y siempre la Virgen María está con nosotros. Sabemos y creemos que  “La Virgen María desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, y protege nuestros pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor”.

Acojamos, por tanto, con fe, amor y devoción a Ntra. Sra. de Candelaria para que, por la contemplación de la imagen, nos sintamos visitados por la Virgen María que, como hace siempre, viene a socorrer a los débiles, a curar a los enfermos, a invitar a todos a la conversión, a darnos la esperanza de que, al final de nuestra vida, podremos reunirnos con ella en el cielo.

Que el encuentro de esta noche con la Virgen María se prolongue durante los pròximos quince días; que nos mantengamos en relación constante con ella, hablándole y escuchándola, dándole gracias y suplicándole.

Hemos sido dados por Cristo, como hijos, a la Virgen María. Ella nos ha aceptado y ha asumido la responsabilidad de ser nuestra madre. Por eso podemos acudir a Ella con filial confianza en la certeza de que está siempre dispuesta a acogernos con afecto de madre y a socorrernos en nuestras necesidades.

 

Estamos seguros de que no nos abandona, más aún, sabemos por experiencia que, a poco que ponemos nuestro corazón en Ella, como estamos haciendo hoy, la sentimos cerca y nos llenamos de alegría y de confianza en el futuro. Con Ella nuestro corazón se llena de esperanza. Su presencia nos comunica entusiasmo y ganas de vivir. Ella despierta en nuestros corazones sentimientos de paz y deseos de hacer el bien a todo el mundo. Sí, bienvenida a La Laguna Virgen María de Candelaria, porque te lo mereces y porque sabemos que nos traes toda clase de bienes.

AMEN.

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

2017-07-18T10:44:54+00:00noviembre 9th, 2015|De parte del Obispo|0 Comments
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