“OTRO MUNDO ES POSIBLE. DEPENDE DE TI”
– Ante la Campaña de 2006 contra el Hambre en el Mundo –
Todo el año debemos estar sensibles y actuar eficazmente para erradicar el hambre, la miseria y el subdesarrollo que afecta a miles de millones de personas en todo el mundo. No obstante, es en la segunda semana de febrero cuando más se intensifica la “campaña contra el hambre” en nuestra Diócesis, promovida por la conocida organización católica “Manos Unidas”, que este año reclama nuestra participación con el lema: “Otro mundo es posible. Depende de ti”.
Desde 1960, esta Organización lucha contra la pobreza, el hambre, la malnutrición, la enfermedad, la falta de instrucción, el subdesarrollo y, lo que es más importante, también contra sus causas. Promovida por las Mujeres de Acción Católica, nació como una campaña puntual contra el hambre, que en 1967 encontró confirmación y estímulo en la encíclica Populorum Progressio del Papa Pablo VI y que a partir de 1978 adquirió plena personalidad jurídica, canónica y civil, como organización, pasando a denominarse “Manos Unidas”.
Para cumplir su objetivo financia proyectos de desarrollo en los países más pobres, gracias al dinero recaudado en distintos ámbitos de la sociedad española: socios y colaboradores particulares, empresas, herencias y legados, colegios, entidades religiosas, parroquias (incluyendo una colecta anual, en febrero, en todas las parroquias de España), aportaciones extraordinarias para emergencias. También juega un importante papel el dinero recaudado en actividades de sensibilización que desarrollan las 71 Delegaciones de Manos Unidas de toda España que, con su trabajo y esfuerzo, son las autoras fundamentales de los buenos resultados de la recaudación.
Estamos pues, una vez más, ante la Campaña anual contra el Hambre en el Mundo. Y, como viene siendo habitual, el viernes 10 de febrero tendrá lugar la “Jornada de Ayuno Voluntario”, en la que estamos llamados a privarnos por un día de todo lo que podamos (sin dañar nuestra salud) y dedicar el valor de nuestras privaciones para ayudar a los hambrientos del mundo a través de los Proyectos de MANOS UNIDAS. No se trata sólo de comer lo mínimo, sino sobre todo, de privarnos de aquellos gastos más superfluos o innecesarios: tabaco, golosinas, alcohol, espectáculos, diversiones, comer fuera, etc. y el dinero ahorrado destinarlo a esta finalidad.
Asimismo, en todas las misas del domingo siguiente (12 de febrero), se hará la colecta anual con el mismo destino. En nuestra Diócesis, por este y otros conceptos, en los últimos años MANOS UNIDAS viene recaudando algo más de 185.000 €. Esperamos y deseamos que esta cantidad se vea aumentada en la colecta de este año con la generosidad de todos, sean católicos o no, porque en este asunto, ante la amplitud del drama y la urgencia de la obra que se ha de realizar, todos hemos de sentirnos responsables. Desgraciadamente, a casi cuarenta años de distancia, la llamada de Pablo VI tiene incluso más vigencia que entonces: “Ha sonado ya la hora de la acción: la supervivencia de tantos niños inocentes, el acceso a una condición humana de tantas familias desgraciadas, la paz del mundo, el porvenir de la civilización, están en juego. A todos los hombres y a los pueblos todos corresponde asumir sus responsabilidades” (Populorum Progressio, 80).
Particularmente, es mi deber, hacer un especial llamamiento a todos los diocesanos a ser consecuentes con nuestra fe cristiana, que tiene como principal señal de identidad la inseparabilidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn. 4,20-21). Un amor al prójimo que deber ser “afectivo” y “efectivo”.
Amor afectivo, es decir, entrañablemente arraigado en nosotros (como fruto del Espíritu Santo que se nos ha dado, cf. Gal. 5,22). Amor efectivo, es decir, realizando las obras de misericordia: “mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espiritual, como perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporal consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna” (Catecismo 2447).
Como nos enseña San Juan en su primera carta: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Jesucristo dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad(1Jn. 3,16-18). Llama la atención que, en lugar de decirnos –como sería lógico- que así como Cristo dio la vida por nosotros, también nosotros debemos darla por El, San Juan nos diga en cambio que “también nosotros debemos dar la vida por los hermanos”. Con lo cual no hace sino repetir la enseñanza del propio Jesucristo: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”(Mt. 25,40). Y se trata de “un hacer” que no tiene límites: “debemos dar la vida”, es decir, todo lo que somos y todo lo que tenemos no nos pertenece es exclusiva, pues “Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados, en forma equitativa, deben alcanzar a todos bajo la dirección de la justicia acompañada por la caridad” (Concilio Vaticano II).
Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que sobrepasa de sus necesidades, en tanto que a los demás falta lo necesario. A ningún cristiano le es lícito permanecer indiferente ante la suerte de tantas personas que todavía yacen en la miseria. Así que, ante la pobreza de tantos hermanos nuestros en todo el mundo, con palabras de Pablo VI, pido a todos: “A nuestros hijos católicos pertenecientes a los países más favorecidos, les pedimos que aporten su activa participación en las organizaciones oficiales o privadas, civiles o religiosas, que se dedican a vencer las dificultades de las naciones en vía de desarrollo” (Populorum Progressio, 81).
En efecto, “Otro mundo es posible. Depende de ti”, como nos dice el lema de la Campaña contra el Hambre de este año. Pongamos todos y cada uno la parte que nos toca. “Muchos pocos”, cuando se unen en un proyecto común, “hacen mucho”. No tengamos miedo a ser generosos, Manos Unidas garantiza que, con nuestro dinero, se haga realidad que “otro mundo es posible” para aquellos a quienes va destinado. Así, pues, que “cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena” (2Cor. 9,7-8)
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense