Campaña contra el hambre: “Pedimos para dar” – Febrero 2012

//Campaña contra el hambre: “Pedimos para dar” – Febrero 2012

Queridos Diocesanos:

Desde hace 53 años, con la llegada del mes febrero, la ONG católica Manos Unidas lanza su campaña contra el hambre y la pobreza en el mundo. En esta ocasión lo hace bajo el lema “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!, continuando así con el propósito, iniciado hace varios años, de contribuir al desarrollo de los objetivos del milenio. Con la campaña de este año se hace hincapié en lucha contra el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, que por desgracia siguen matando vidas humanas que podrían ser salvadas con una buena prevención y tratamiento.

El trabajo de Manos Unidas se lleva a cabo en España y en los países en vías de desarrollo. En España, sensibilizando a la población sobre la realidad de la pobreza que afecta a miles de millones de personas en todo el mundo y pidiendo dinero para la promoción integral de las personas más necesitadas. Con el dinero recaudado, Manos Unidas financia proyectos de desarrollo en los países pobres de África, América y Asia. Unos proyectos que, desde siempre, se realizan según los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia y que el Papa Benedicto XVI ha sintetizado en el n. 47 de su encíclica “Caritas in veritate”.

Uno de esos criterios es que “los programas de desarrollo, para poder adaptarse a las situaciones concretas han de ser flexibles y las personas que se beneficien deben implicarse directamente en su planificación y convertirse en protagonistas de su realización”. Fieles a este espíritu, concretamente en 2010, con los casi 53 millones de euros recaudados, Manos unidas puso en marcha 218 proyectos educativos, 130 sanitarios, 113 agrícolas, 99 sociales y 81 para la promoción de la mujer. Manos Unidas “pide para dar” y “da lo que recibe”. La entrega de los recursos, que van directamente a los beneficiarios, así como el seguimiento y la verificación de los proyectos, avalan el rigor y la seriedad con que Manos Unidas utiliza el dinero recibido. Más información en su página WEB

[www.manosunidas.org].

El respeto a la intención de los donantes es una exigencia moral que bajo ningún concepto se debe traicionar. Manos Unidas siempre ha sido fiel a este principio y eso le ha valido la colaboración de los millones de personas que, a lo largo de 53 años, han puesto en sus manos ingentes cantidades de dinero con la confianza de que sería empleado en aquello para lo que se pide: luchar contra el hambre y pobreza en el mundo.

En estos momentos, en España, hay mucha gente que lo está pasando mal. Son casi 5 millones las personas sin trabajo y eso, lógicamente, es sinónimo de pobreza. Una pobreza contra la que también hay que luchar y ahí están las ayudas de las instituciones públicas, así como el trabajo de las ONGs y de las organizaciones eclesiales como Cáritas que, también, piden colaboración dinero para aliviar la indigencia de miles de familias que viven entre nosotros.

Pero, la pobreza para la que pide Manos Unidas es mucho más grave y urgente. Es un asunto de vida o muerte. En salud, por ejemplo, son millones las personas que mueren cada año por no tener la más mínima atención médica. Pensemos en las hambrunas en distintos lugares de África que matan diariamente a miles de personas.

Sí. En España hay pobreza. Se habla de más del 20% de la población. Pero eso es en relación al nivel de vida medio de un país donde “renta per capita” en 2011 fue de 23.063 euros (7% menos que la media europea) y el umbral de la pobreza está en 627 euros al mes. Por muy dura que nos parezca esta situación, no tiene comparación con la miseria en que vive más de la mitad de la población mundial.

Me vienen a la memoria aquellas palabras de Calderón de la Barca en “La vida es sueño”: «Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó». Por eso, al tomar conciencia de la situación en que viven tantos hermanos nuestros de los países pobres, ¿tenemos derecho a quejarnos? Con Calderón de la Barca, también, podemos decir: «Volviendo a mi sentido, hallo que las penas mías, para hacerlas tu alegrías, las hubieras recogido».

Siguiendo la enseñanza y el ejemplo de Jesucristo, “la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo (Concilio Vaticano II, LG 8), por eso los cristianos tenemos que sentir como propias las necesidades de los  pobres de toda la tierra, sean de la nación que sean. Por la fe y la gracia que Dios nos da, el amor de Cristo por los pobres impregna nuestro corazón y nos mueve a partir nuestro pan con los hambrientos Así lo hacemos en muchas ocasiones a lo largo del año. Ahora toca apoyar  la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo. Podemos hacerlo entregando nuestros donativos a través de las entidades bancarias colaboradoras y, también, en la colecta que se realiza en todas las misas del segundo fin de semana de febrero.

En nuestras manos está la supervivencia y el futuro de muchas personas. Cada uno según nuestras posibilidades tenemos el deber de compartir nuestros bienes con los necesitados. Como nos enseña el Concilio Vaticano II, nadie “debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás… Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas”. (GS 69). Compartiendo nuestros bienes ayudamos a los pobres a salir de su lamentable situación y en, muchos casos, impedimos que mueran.

Además, como lo ha prometido el Señor, cuando según las propias posibilidades ofrecemos nuestros bienes a los pobres, somos más felices, porque “hay más alegría en dar que en recibir”. Hagamos la prueba y veremos que es verdad. Prescindamos de alguno de esos gastos que realizamos para “pasarlo bien” (un viaje, un banquete, una fiesta…) y con amor dediquemos a los pobres el dinero que ahorramos al no hacer ese gasto. Seguro que nos sentiremos mejor y tendremos más alegría que la que pensábamos conseguir satisfaciendo nuestros deseos.

Como lo hacemos en la liturgia de la misa, pido a Dios para mí y para todos: “danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana”.  Con mi afecto y bendición, 

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

2017-07-18T10:44:52+00:00noviembre 16th, 2015|De parte del Obispo|0 Comments
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