Con el Domingo de Ramos, se inicia la Semana Santa. Para los católicos es la Semana Mayor, la más importante del año, en la que celebramos los acontecimientos centrales del cristianismo: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y, junto a El, contemplamos la fidelidad de su madre, la Virgen María, a la que estos días veneramos como Nuestra Señora “los dolores”, de “la soledad”, de “las angustias”, de “la piedad”, de “la amargura”… Y lo hacemos, llenos de gratitud, con nuestra mejor fe y devoción, porque reconocemos que Cristo “es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo, pues muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida”.
Actualmente, es necesario hacer una ejercicio de libertad personal para determinarse a vivir la Semana Santa, sin quedarse en la repetición de unos actos o costumbres religiosas, que en algunos ambientes se pretenden incluso desnaturalizar y reducir a un fenómeno cultural y social. Son los efectos de la secularización y el laicismo que también intenta desfigurar la Semana Santa para luego quitarla de en medio como celebración genuinamente religiosa. Esto hace que, en cierto modo, la Semana Santa se vaya paganizando y poco a poco se deteriore su espíritu religioso y litúrgico. No obstante, en sentido positivo, las nuevas corrientes culturales y sociales han contribuido a purificar algunas costumbres y de hecho favorecen una vivencia más personal y auténtica de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, pues los que practican lo hacen con mayor convicción.
Para quienes deseen una mejor comprensión de la Semana Santa y, sobre todo, para quienes quieran celebrarla con provecho les recuerdo algunas cuestiones fundamentales:
- ¿Qué celebramos en la Semana Santa? La “memoria viva” de los últimos días de la existencia histórica de Jesucristo, es decir, los días la pasión, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Decimos “memoria viva”, porque no se trata de un mero recuerdo o representación teatral de aquellos sucesos, sino de la meditación y contemplación de los mismos “cómo si presente me hallase”, pues para un corazón creyente recordar la vida de Jesucristo es entrar en relación personal con El.
- ¿Por qué esta celebración? Porque, como San Pablo, cada cristiano puede decir: “Me amó y se entregó por mí”. Es decir, todo lo acontecido en la vida de Jesucristo tiene que ver con nosotros, con nuestra vida actual y con nuestro destino futuro, pues quienes hemos conocido y creído en Jesucristo, profesamos con fe firme “que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado, en tiempos de Poncio Pilato, Padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día”.
- ¿Que sentido tiene realizarla cada año?Empaparnos y aprovecharnos de todo lo que nos ofrece Jesucristo, de su palabra, de su amor, de su perdón, de su fortaleza, de su paz, de su mansedumbre, de su paciencia, su compasión… no sólo como un ejemplo a imitar sino, ante todo, como beneficiarios de su entrega, acogiendo el don que El nos hace de sí mismo a cada uno —aquí y ahora—, haciéndonos partícipes de su vida divina y constituyéndonos en hijos de Dios. El es el manantial de donde brota la salvación y la plenitud de la vida para los seres humanos. Celebrar la Semana Santa, una y otra vez, es acercarse a la “fuente de agua viva” que es Cristo y “sacar agua con gozo de la fuente de la salvación”, para limpiarnos por dentro de todo lo que nos sobra, revitalizar nuestros valores espirituales y satisfacer nuestra necesidad de sentirnos bien, que solo alcanzamos cuando vivimos en paz con Dios y con nuestros semejantes.
- ¿Cómo celebrarla y participar en ella con provecho?El mismo Jesucristo dijo: “Quien tenga sed que venga a mí y beba” y, también, “a todo el que venga a mí yo no lo echaré fuera”. Por eso la mejor forma de celebrar la Semana Santa es tener un encuentro personal con Jesucristo, que está allí donde dos o más se reúnen en su nombre (en celebraciones litúrgicas, en la vigilias y la “hora santa”, en los “vía crucis” y procesiones); encontrarnos con Jesucristo y beber de El allí dónde se proclama su palabra, allí donde se celebran los sacramentos.
- ¿Para que celebramos la Semana Santa? Para crecer y madurar como cristianos, para hacer posible cada vez más, que en adelante ya no vivamos para nosotros mismos, sino para El que por nosotros murió y resucitó.
En fin, celebramos la Semana Santa, uniendo la liturgia y las procesiones. Por un lado, participando en los actos litúrgicos que se celebran en nuestra parroquias y demás iglesias (misas, confesiones, predicaciones,…), actos en los –como de una fuente- bebemos la salvación de Cristo; y, por otra parte, como prolongación de la vivencia litúrgica, acompañando los pasos procesionales con las imágenes del Señor, de la Virgen y de otros personajes de la pasión, manifestamos nuestro fervor, haciendo que nuestras procesiones sean una catequesis plástica que ayude en la fe a los que ya creen y, al mismo tiempo, den a conocer los misterios de nuestra fe a los que no creen.
Y todo esto lo celebramos públicamente, en los templos y también en la calle, porque las creencias religiosas y su vivencia no son un asunto privado, como se empeñan en decir algunos que intentan reducirnos al silencio y la clandestinidad. Por eso quiero expresar mi satisfacción por el respecto y la colaboración de nuestras autoridades para que los cristianos podamos celebrar en libertad y en orden nuestra Semana Santa, con la grandeza, dignidad y visibilidad pública que le corresponde a nuestra fiesta principal. Para ellos mi gratitud en nombre de nuestra Iglesia Diocesana Nivariense.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense