Mensaje del Obispo Nivariense para la Pascua de Resurrección ‘2022
«Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva»
[1ª Carta de San Pedro 1,3]
¡Feliz Pascua de Resurrección! La certeza de que Cristo, resucitado de entre los muertos, vive y camina con nosotros, nos llena de paz y alegría.
«El anuncio de la Pascua es este: Cristo está vivo, Cristo acompaña mi vida, Cristo está junto a mí; Cristo llama a la puerta de mi corazón para que lo deje entrar, Cristo está vivo. En estos días pascuales, nos hará bien repetir esto: el Señor vive» (Papa Francisco. Domingo de Resurrección ‘2021).
Sí. ¡Felicidades! ¡Alegría y paz hermanos, que el señor resucitó! Verdaderamente ha resucitado el Señor y eso tiene repercusión en nuestra vida. Cristo ha resucitado de entre los muertos, ha vencido la muerte, que ya no tiene dominio sobre Él. Esta victoria no sólo beneficia a Cristo, sino a todos nosotros, pues —como proclamamos en la liturgia de la Iglesia— “en Él, nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos”, o también: “muriendo, destruyó nuestra muerte y resucitando nos dio nueva vida”.
Justamente, porque Cristo ha resucitado y vive para siempre, sus palabras tienen permanente actualidad y valen para nosotros como si fueran pronunciadas hoy por primera vez. Él es el mismo ayer, hoy y siempre; por eso, es contemporáneo nuestro y podemos tener una relación personal, de tú a tú, con Él. Cuando, por la fe, esa relación se da, el milagro de la resurrección acontece en nuestra propia vida. Por su poder nos convertimos en hijos de Dios y, también, con la fuerza que Él nos da, progresivamente, vamos viviendo como Él vivió.
Por eso, con palabras de San Pedro, podemos decir: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva» (1Pe. 1,3). Al celebrar la Pascua todos estamos invitados a brindar por la vida y la esperanza. Por el poder de Cristo Resucitado podemos ser mejores personas y más felices. Nada ni nadie está definitivamente perdido para el Señor.
Por muy difícil y oscura que sea nuestra realidad, por muy lamentable que sea la situación a la que hemos llegado, todos podemos renacer para dar los frutos de esa vida nueva que Jesús conquistó para Él y para todos nosotros cuando resucitó. Cada día se pueden cumplir en nosotros aquellas palabras del Salmo 117,23: “Es el Señor quien lo ha hecho, es un milagro patente”.
Todos conocemos personas cuya vida es una verdadera “aparición del Señor Resucitado”, es decir, personas que de tal modo “viven en Cristo” y “Cristo vive en ellas”, que el amor, la bondad, la lucha por la paz y justicia… resplandecen en su vida. Como dice un himno de la liturgia:
«Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde».
San Pablo nos dice que, “quien está en cristo es una criatura nueva” (2Cor. 5,17) y eso se ha de notar en la vida. El lema de la Semana Santa de este año, “queremos ver a Jesús”, fueron las palabras de unos griegos al apóstol Felipe. Esas palabras que siguen resonando hoy -explícita o, implícitamente- en muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo que también nos dicen a los seguidores de Jesucristo: “queremos ver a Jesús”.
Así, nos lo decía San Juan Pablo II, al comienzo del siglo XXI: “Los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo «hablar» de Cristo, sino en cierto modo hacérselo «ver». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?” (NMI 16).
Quienes nos dejamos tocar por el poder de la resurrección de Cristo, podemos ser “personas nuevas” y reflejarlo en nuestra vida viviendo como vivió Él. Así nos los dice San Juan en su primera carta: “Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” (1Juan 2,6). Por eso, quien tiene una nueva vida en Cristo, se le ha de notar es que es creyente y testigo de la fe, alegre y entusiasta, discípulo misionero. En su vida se muestra como una persona dinámica y creativa, compasiva y misericordiosa, renovada y renovadora, libre y liberadora, solidaria y generosa.
Como nos dice una canción litúrgica, gracias al poder de la Resurrección de Cristo en nosotros, los cristianos estamos llamados a ser: “Hombres nuevos, creadores de la historia, constructores de nueva humanidad… Hombres nuevos, luchando en esperanza, caminantes, sedientos de verdad… Hombres nuevos, amando sin fronteras, por encima de razas y lugar. Hombres nuevos, al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan”.
Cualquiera de nosotros, si queremos ser así, podemos serlo, porque Cristo ha resucitado para darnos a todos nueva vida. Nadie queda excluido de su amor y del poder de su resurrección. Por eso podemos decir y les digo a todos, ciertamente “este el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117,24). Es lo que les deseo de todo corazón. ¡Feliz pascua de Resurrección!
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense